viernes, 16 de junio de 2017

Cuando todo va mal

No te lo dicen, pero a veces las cosas no van bien. Para dejar este sitio como está y no destruir lo bueno que tiene, nos pasamos a https://terapiadeblogweb.wordpress.com/


domingo, 7 de mayo de 2017

Libidinosa

Siempre se ha dicho que en el cuarto mes la mujer embarazada empieza a ver aumentado su deseo sexual, algo bastante difícil de creer si tenemos en cuenta que en muchos casos las náuseas aún no han desaparecido, la ciática empieza a dar por saco y los ardores hacen que no te puedas tumbar sin tener  una inclinación mínima de 50º. Además de que si se te ha llenado la cara de granos (como es mi caso) no te sientes la mujer más atractiva del mundo y piensas, dios mío, éste se va con otra que no tenga la cara como un Ferrero Rocher. Cierto es que igual con cualquier cosa que te haga tu pareja te pones a tono más rápido que de costumbre, pero eso no quiere decir que te pases todo el día pensando en

{Cariño, ya he llegado!}



...

domingo, 30 de abril de 2017

Humor amarillo

Esta semana me puse a escribir, pero finalmente he decidido cambiar el texto (dos veces) porque estoy segura que hubiese ofendido a más de uno. Los cambios de humor pueden ser bastante frecuentes durante el embarazo y la verdad es que esta semana he estado un pelín más rebotada de lo normal. Quería hablar de aquellos que te dicen lo que no puedes hacer como si fueras estúpida y no tuvieras sentido común, pero me cuesta encontrar una manera que no sea agresiva, porque lo primero que me viene a la cabeza es “oye, que no estoy inválida ni soy gilipollas” y no es la forma más adecuada, lo reconozco. Aunque es lo que pienso realmente. Ninguna embarazada necesita que le digan qué puede o no hacer pues, aunque parezca mentira, nosotras mismas vamos sabiendo dónde tenemos el límite cada vez. Por ejemplo, el mes pasado podía tender la ropa en el tendedero que cuelga fuera de la terraza y ahora ya no puedo. Ya no lo hago, no porque me lo haya dicho una vidente, sino porque tengo que hacer fuerza con los riñones y no me dan. Lo he descubierto yo sola, ¿qué te parece?

Conforme van pasando las semanas puedo hacer menos cosas o me cuesta más hacerlas, es normal, pero a veces me invade un sentimiento de impotencia cuando quiero hacer algo y mi cuerpo se queja. Ni qué decir de recoger cosas del suelo, que empieza a ser un problema ponerle el pienso a los gatos (estoy acomodando la secadora para ponerles los platos ahí encima y todo) porque ¿qué me queda de poder agacharme? ¿dos meses? ¿tres? Por eso mientras pueda lo haré, lo mismo que fregar, pasar el aspirador o hacer lavadoras o puenting si me da la gana. Me revientan los consejos estúpidos, no sé si es que se me ve con ánimo o qué, pero llevo ya unos cuantos y me siento bastante descolocada porque con lo que nos ha costado quedarnos embarazados ¿de verdad alguien puede pensar que voy a hacer estupideces que pongan a lo que sea que llevo en la barriga en riesgo? ¿Tengo tanta cara de insensata?

“Vé con cuidado, descansa, acostúmbrate a que te hagan las cosas...” cuando dices que necesitas pegarle un repaso serio a la casa. Sólo quiero barrer, no cambiar los muebles de sitio.

“¿Trabajas en un autobús y de canguro? ¡ Agárrate y que no te salten encima eh!” cuando me preguntan si trabajo y si voy a seguir. Terminaré el curso y cuando pasen 4 meses después del parto volveré a llevar la ruta; con los niños estaré hasta que pueda, ellos saben que hay un “bebé” en mi barriga y que no puedo jugar como antes, pero jugamos.

“¿Y los gatos?” cuando comento que he de congelar la carne curada (jamón serrano, fuet, longaniza...) porque no he pasado la toxoplasmosis. Los gatos están bien, sé que no están enfermos porque de ser así ya tendría anticuerpos. Por supuesto que no les cambio el arenero por si un caso, pero ¿sabéis una cosa? hay todo un mito creado alrededor de los gatos como fuente de toxoplasmosis que se ha desvirtuado completamente. Mi comadrona me dijo que ni me acercara a ellos, que no los tocara, que no les dejara estar a mi lado porque podían contagiarme y lo cierto es que, de estar enfermos, para contagiarme yo tendría que tocar sus heces y chuparme los dedos unas doscientas veces. Para vuestra tranquilidad, no se me ha antojado todavía un polo de caca de gato. Ellos saben que me pasa algo, duermen cada uno a un lado si estoy sola, me siguen por la casa a donde vaya (cuando estoy sola, si está Dani asumen que él es quien me vigila) y responden enseguida cuando les hablo. Son un amor de animales y estoy segura que cuidarán al bebé cuando haya nacido como lo hacen con nosotros. Pese a todo, he de reconocer que al principio me lo tomé un poco a la tremenda, compré desinfectante para manos para limpiarme después de toquetearlos, pero se me pasó en cuanto supe que todo estaba bien (no sé si recordaréis que pasé dos semanas de infierno al no tener asegurado que el embarazo fuera viable y me obsesioné y desquicié con todo).

Las hormonas puede que me hayan vuelto más sensible, irascible e impredecible, pero no me han vuelto imbécil. Ni a mí ni a nadie que yo sepa.

Es de agradecer que te aconsejen, lo digo muy en serio, pero un embarazo no deja de ser una experiencia personal y privada, además de que si en una misma mujer de un embarazo a otro puede haber diferencias abismales, ¡cómo serán entre dos cuerpos diferentes! Lo que me ha funcionado a mí es muy posible que a otra no le funcione y viceversa, por lo que el día que yo vuelva a estar del otro lado podéis estar tranquilas, que no os aconsejaré en nada y sólo os diré lo mejor que me han dicho hasta ahora (y en muchas ocasiones):


“No le hagas caso a nadie. Nadie mejor que tú sabe qué es lo que ha de hacer.”

domingo, 23 de abril de 2017

¿Esto es en serio?

Estoy convencida al 100% de que todas hemos pasado ratos de auténtico pánico cuando, tumbada en la cama, de repente te das cuenta de que vas a tener un hijo y no hay marcha atrás. No porque te arrepientas (¡NO! ¡NUNCA!) sino porque de repente te da por pensar que vas a tener un saquito de caquitas que va a depender de ti al 200% durante muchos años. Y la que diga que no le entran sudores fríos miente. Bajo mi punto de vista es imposible que esto no le haya pasado a nadie más, teniendo en cuenta de que las inseguridades afloran como las lágrimas cuando ves un gatito cayéndose del sofá. A mí pensando en esto me viene a la cabeza la famosa frase de Illidan (World of Warcraft) que dice “NO ESTÁIS PREPARADOS” y claro, me empiezo a reír yo sola en plan “te estás haciendo la olla” pero de repente digo “espera, ¿y si no lo estoy?”. Afortunadamente esto suele durar poquito, igual lo piensas como 400 veces en un día pero unos segundos apenas. No, en serio, ahora estoy exagerando pero no puedo evitar pensar en lo que dicen de que un hijo te cambia la vida para siempre y ya no puedes hacer las cosas que hacías antes (recuerdo las declaraciones de SV por las que se le echaron a la yugular y la llamaron mala madre) que se acabó el tener vida íntima, levantarse tarde, gandulear... pero mira, yo me considero una persona bastante vaga en algunos aspectos y a todos nos gusta dormir de más el fin de semana y salir hasta tarde, pero tan terrible no será cuando la gente se queda con sus hijos. ¿No?

Lo que si que me ha pasado muy a menudo a lo largo del primer trimestre es pensar si realmente estaba embarazada ya que no había síntomas visibles y evidentes. Yo, salvo por algunas cosas, me he encontrado bien. No tenía síntomas que no hubiese experimentado con anterioridad excepto lo mejor de todo de cuando estás embarazada: la ausencia de menstruación. Entonces pasas los días tan ricamente, hasta que llega el momento de la eco y ves que sí, hay una cosa en tu útero que se mueve y está vivo. ¡Está vivo! Y caes en la cuenta de que es verdad, eso que se ve en la pantalla es real ¡y lo tienes dentro! Y los siguientes días estás atenta por si notas algo diferente, intentando poner todos tus sentidos en la zona para captar cualquier movimiento furtivo, deseando que pasen los meses para volver a oír su corazón, porque tener eso ahí y no poder asegurarte cada día de que está bien es un horror, hasta el punto de querer comprarte un estetoscopio para buscarlo tú misma, porque si con el micrófono de la comadrona se oyó, tu tienes que oírlo también. Yo intenté probarlo, pero el estetoscopio que tengo a mano es una chufa y no me encontré ni mi corazón, así que...

Todos estos pensamientos y reacciones tienen su razón de ser, y no me habría preocupado tanto si le hubiese hecho algo de caso al librito de consejos que me entregó mi comadrona el día que me visitó por primera vez. Tu cuerpo cambia mucho durante el embarazo, es evidente, pero el cambio más atroz y drástico que experimentas no se ve a simple vista. Tus hormonas están locas del coño en el primer trimestre, eso no lo ve nadie y lo más probable es que sufras todos esos miedos en silencio, porque no quieres dar a entender que te estás rajando o que te viene grande; pero no eres tú, son ellas, esas pequeñas hijas de puta que te hacen imaginarte con tu bebé en brazos llorando y piensas: ¿sabré identificar sus necesidades? ¿se me ahogará en la bañera? ¿y si le curo mal el cordón umbilical? o imaginarte en la sala de parto y mientras una enfermera te enseña tu hijo ensangrentado y lleno de costra blanca, otra te pone más puntos que los del carnet de conducir y la tarjeta caprabo juntos. Porque todo eso te lo imaginas, ya os digo yo que te lo imaginas y no puedes hacer nada. Intentas distraerte pensando en pajaritos en su nido, felices con sus crías y de repente a la mamá pájaro le tienen que poner puntos porque el último huevo le ha dejado el tema como un bebedero de patos. Pero es normal y bastante frecuente ese miedo paralizante: es tu hijo, va a depender de ti y es algo completamente nuevo que no has hecho nunca. Estarías loca si no tuvieras la más mínima duda.
Al pasar el primer trimestre crees que todo irá bien, hasta que empiezan las pesadillas y los sueños de cachorros. Las pesadillas a cada una le da por una cosa diferente, yo como tengo el subconsciente bastante perjudicado sueño con caminantes blancos a los que solo se les mata cortándoles los pies, y me tiro mutilando cuerpos congelados hasta que me despierto con sudores y ya no puedo volver a dormir, pero los sueños de cachorros por lo visto son muy comunes. Camadas y camadas de cachorritos monísimos y achuchables a los que ¡un momento! ¡tienes que amamantar tú misma! Son tan adorables... y están tan indefensos que solo puedes abrazarlos y poner la leche en un vasito. Raro, ¿eh?

Dicen que tenemos 9 meses para hacernos a la idea de que vamos a ser madres, pero si contamos que los primeros casi ni cuentan, no eres plenamente consciente hasta que te crece la barriga y lo notas cada día (que dependiendo de como sea tu cuerpo puede tardar hasta 5 meses en pasar) y que el tiempo pasa que ni te enteras, prácticamente te queda para concienciarte el tiempo que tardas en llenar las bolsas porque has roto aguas. Ahora me estoy adelantando a los acontecimientos, pero como todo pase tan rápido como han pasado estas 18 semanas y media va a ser tal cual. ¿Por qué será que siempre nos adelantamos? 


Jo, no puedo dejar de pensar en esos gatitos que intentan saltar de un sitio a otro y se caen al suelo porque son tan pequeños que no controlan la distancia entre objetos. :_(

domingo, 16 de abril de 2017

El octavo pasajero

“Y al cuarto mes y una semana la vida dijo: hadouuuuuuuken”

Eran las 8 de la mañana. Mi señor decidió que ya había dormido suficiente y me dejó toda la cama para mi, que me gusta más remolonear que a un tonto un lápiz (nunca he entendido eso, la verdad, no veo relación entre ser tonto y un gusto desmesurado por los lápices) de manera que me di la vuelta y quedé panza arriba. El momento era idílico: los pajaritos cantando en el exterior, el tacto de las sábanas fresquitas en mis pies, el gato ronroneando en mi costado y de repente algo empujó mi barriga de dentro a fuera. Medio ensoñiscada pensé “aaaaww una patadiiita”. ESPERA, ¡una patada! ¡y otra! Ahora sé cómo debió sentirse el señor ese de alien cuando esa larva empezó a abrirse paso hasta abrirle en canal, esto es lo mismo pero a menor escala, quitando lo del alien y la barriga abierta. Llamé a mi pareja y mantuvimos una conversación de lo más coherente:
Yo: ¡lo he notado!
Él: ooooooooooooooooooooh
Yo: ¡se ha movido y lo he notado!
Él: aaawwwww
Yo: aaaaaawwwwwww
Él: oooooooooooooooooooow
Y bueno, etc., etc.

Admito que la primera vez es muy raro, hasta aquel momento sólo había notado en algunas ocasiones como un burbujeo o una corriente de aire que normalmente se confunden con gases, hasta que ves que no hay gases y dices vaya, pues ha debido ser el fetillo. Pero esto es diferente: es un enano empujando con fuerza tu útero. Debo sentirme y me siento afortunada, porque no esperaba notarlo tan pronto.


Santa semana :D

martes, 11 de abril de 2017

La niña de la curva

Normalmente hacia el tercer trimestre toca hacer la prueba del azúcar. Para ello hacen el test de O’Sullivan, que consiste en beberte 50 gramos de glucosa pura y dura y que puede hacerse a cualquier hora del día, sin estar en ayunas, ya que determina si tu organismo se deshace correctamente de ella. Si sale mal (el valor es igual o superior a 140) se considera que tienes riesgo de padecer diabetes gestacional y pasan a  hacerte un test de tolerancia a la glucosa, más conocido como “la prueba de la curva” y éste tiene más telita. Debido al sobrepeso he hecho esas dos pruebas en el primer trimestre y digo las dos porque el O’Sullivan me salió mal y tuve que prepararme para la curva. Sí, la prueba de la curva se prepara tres días antes con una dieta hipercalórica específica que te deja asqueada para rato: arroz, patatas fritas, legumbres, pan, leche con azúcar y más pan. Puede parecer el cielo abierto pero para mi fue un suplicio de campeonato porque me pilló en medio de las náuseas y la desgana. Ésta prueba la hacen un solo día a la semana y la primera hora es exclusiva para embarazadas, así que cuando llegué allí me encontré con un rebaño de preñadas y todas íbamos a lo mismo. Fue una putada mayúscula porque era un jueves en el centro de Granollers. Los jueves hay mercadillo, que se traduce en 0 aparcamiento y mucha, mucha gente; así que el coche directo al parking y a cruzar los dedos.

Nada más llegar esperas tu turno hasta que te llaman (por tu nombre en mi caso) y te colocan una vía que llevarás enganchada al brazo las próximas 3 horas y de paso aprovechan para sacar la primera muestra de sangre (que dará tu nivel de glucosa en ayunas) y te dan otro frasquito de rica y reconfortante glucosa amarilla sabor “naranja” y te sientan en una silla a que te la tomes tranquilamente. No se ha notado la ironía puesta en “rica y reconfortante”. Es tan buena que tuvieron que entrar a una mujer a otra sala porque mandó la glucosa a tomar por saco tal y como se la bebió. Es gracioso porque los médicos están por ahí pululando, sacando sangre y dándote ánimos en plan “vaa que ya te queda pocooo” o “qué afortunadas, con lo bueno que está eso, qué buen desayuno”. Ojo, no está malo, es bastante líquido y bien frío entra bien, aunque la nevera del ambulatorio no estaba demasiado baja que digamos, pero me lo tomé y no eché la pota. Soy una campeona.
Y aquí viene lo más divertido de todo: esperar. Esperas una hora y te hacen otra analítica. Y otra, y otra, cuatro tubos te sacan en total. Y entre análisis y análisis no puedes moverte de la sala de espera porque no puedes ayudar a tu cuerpo a quemar calorías. Creo que algunas hacían trampa, porque se iban al piso de arriba y bajaban andando y solo nos dejaban movernos para ir al baño y con peros, porque si el de la planta estaba ocupado nos teníamos que ir al de arriba en ascensor.
Yo por suerte me llevé un libro que tengo a medias desde este verano, que aprovecho y os lo recomiendo: Sinhué el egipcio, buenísimo, lo que hizo que más o menos la cosa fuera menos tediosa. La primera hora bien, la segunda ya tal pero es que la tercera fue matadora porque además del aburrimiento llevaba en ayunas desde las 6:30 que me levanto y mi cuerpo no podía más, lo que se tradujo en un “ganas de potar aumentando” y ya me veis a mi arremangada con el tubo enganchado al brazo abanicándome con un punto de libro que por suerte era grandecito. Una que estaba sentada al lado no pudo más y se fue a vomitar. Y yo solo pensaba “por favor, no devuelvas que sino te toca volver a comer como una cerda la semana que viene” porque claro, si vomitas en cualquier punto del proceso el plan se anula y te dan cita para dentro de 7 días y yo me negaba a tener que repetir.
Cuando pasó la tercera hora (eran las 12 del mediodía y yo me había plantado allí a las 8:30) yo ya no sabía donde sentarme para que me quitaran eso. Como si me dejaban sin sangre en el cuerpo, ¡que me lo quites!


Y sales y en lo único que piensas es en desayunar y almorzar a la vez, hasta que llegas al parking y ves que te han clavado 10 pavazos. Entonces ya solo piensas en matar.

domingo, 9 de abril de 2017

12 semanas después


La principal razón por la que una preñada está deseando llegar a las 12 semanas es dejar de sentirse como el culo. La gente te pregunta cómo lo llevas  y si estás teniendo un embarazo complicado tu respuesta será que te pasas las mañanas vomitando, tienes un sueño extremo y tu cara es un volcán en constante erupción. Entonces alegremente todos te dicen que eso es cosa del primer trimestre, que en cuanto lo pasas se te quita todo. ENGAÑAOS. Es obvio que te motiva muchísimo ver cómo está evolucionando tu pequeño engendro y ansías que llegue el día de la ecografía con las mismas ansias que un niño frente a un escaparate de chocolates. Sabes que está ahí y que ya mismo llega.
Se supone que va a ser un momento lacrimógeno porque vas a escuchar su latido por primera vez, el papá resistirá las lágrimas tras una careta de macho ibérico pero el momento moñas sabes que está asegurado. Excepto si eso lo has vivido hace un mes, entonces sabes que está ahí, por lógica tiene que estar bien, pero el momento moñas se convierte en el momento histeria colectiva porque lo único que quieres es que conecten el sonido cuanto antes. Hacía un mes exacto que habíamos escuchado su corazón y solo queríamos volver a escucharlo. Es adictivo, necesitas oírlo para saber que está bien porque todavía falta para que lo notes moverse, y creedme que tener algo dentro y no poder asegurarte cada día de que continúa vivo es agobiante.
Apenas me había metido el ecógrafo por el potorro (puedo decir potorro?) ya vimos que movía un brazo. Espera, ¿un brazo? ¡Tiene brazos! ¡Y nariz! ¿Eso son las piernas? ¡Dioses! Tiene el tamaño de un ratón y ya nos está diciendo que besemos su brillante trasero, está de espaldas todo el rato. La obstetra empezó a hacer mediciones, la sangre que riega el útero, el flujo que llega a la placenta, el ritmo, el corazón y todo eso mientras la pantalla se iluminaba de rojo y azul siguiendo el flujo sanguíneo. Hubo un momento en que vimos su corazón latir. Comprobó que tenía todos los órganos que debe tener en esta fase, y una vez terminó empecé a notar que le daban calambres en el brazo y me achuchaba con el ecógrafo. Yo no sabía qué hacer en ese momento, la verdad es que era bastante molesto (todas hemos tenido un amante torpe en algún momento) hasta que resopló y me dice que va a probar a hacerme la eco por el abdomen porque se ha sobado. Ahí empezó un tira y afloja entre el feto y la doctora, que quería ponerlo de perfil para sacarle una buena foto y para eso tenía que despertarlo. “A ver si le llamamos la atención”. Jo-der si se la llamó, empezó a moverse arriba y abajo del útero, empujando con las piernecitas y llevándose las manos a la cara como queriendo decir “hija de mi vida déjame en paz” y se puso para la foto. Bueno, no del todo, porque se quedó boca abajo, pero fue lo máximo que conseguimos y oye, bien está. Por lo menos su primera “foto” no es de su culo.
¡12 semanas de engendrito! No se muy bien por qué, pero en el informe pone 12 y en la eco 12+5. Da igual, ¿no es cuki?

Ver eso ahí moviéndose con tal destreza es impresionante, y que tenga tan poco tiempo y esté tan formado, es más increíble aún. Se aprecia su nariz, su boquita, el mentón y un atisbo de genitales: parece una niña.

A las 16 semanas me hicieron otra eco, porque al parecer por el problema del tiroides estoy en el saco de embarazos de riesgo. ¿Y qué comporta eso? Nada del otro mundo: más analíticas que de costumbre y una eco con la que no contaba y que nos dio otra oportunidad para saber qué nombre le ponemos. Pero nada, que no hay manera. Ésta vez la ecografía ha sido abdominal como las de toda la vida, que la verdad es que es bastante más molesto porque aprietan la barriga y luego se me queda un dolorcillo durante un rato, pero bien. Teníamos la criba del Síndrome de Down, que salió bien, y la última analítica para ver si me sube la tirotropina. Esto último solo lo van a pillar los nacidos en los 80.
La cuestión es que me tumbé toda emocionada pensando que ya sabríamos seguro qué vamos a tener, pero entre que el feto estaba de siesta (que en coña la doctora me preguntó si la había dado de comer, y en verdad me había apretado un bocata de bar de viejo buenísimo una hora antes, así que no me extraña que estuviese de siestorro) y que no hubo manera de que descruzara las piernas, nada, que no sabemos al 100% qué va a ser. La mujer nos dijo que por el corte lateral parece una niña, pero que si no ve el tema de frente... pues que no se moja. Y oye, que esa actitud me gusta. Ahí, cruzadita de piernas está muy bien. Que le dure.

Ay qué piernecitas más monas, con sus piececitos y sus deditos. ¡Es que me l@ como!

jueves, 6 de abril de 2017

Y tú, ¿qué quieres?

Cuando has logrado quedarte embarazada se hace complicado no dar bombo y platillo a la noticia, especialmente si os ha costado llegar a eso. Tienes como 10 fotos del test de embarazo en el móvil, le has mandado la foto a tus amigas más íntimas y a la familia más cercana, quieres ser prudente porque siempre se dice que el primer trimestre es muy delicado y puede no seguir adelante y claro, a cuanta más gente le des la buena noticia, a más tendrías que darle la mala en caso de que las cosas no fueran bien. Pero cuando llega la primera ecografía, ahí sí que no hay quien te detenga y expones a tu pequeño feto en todas las redes sociales y grupos de WhatsApp a los que tienes acceso. Y empieza la lluvia de comentarios. La gente (incluso personas con las que no tienes absolutamente ningún tipo de relación salvo por las chorradas que cuelgan de vez en cuando, o ni eso porque le quitaste el seguimiento) te llena el muro y el buzón de comentarios felicitándote (que tú dices mierda, iba a borrarte pero ahora tendré que dejar pasar 8 años más sin tener contacto para poder hacerlo) y comentando lo contentos y felices que están por ti. A la mayoría no les importa tu vida hasta que te quedas embarazada. A mí me da por pensar que a lo mejor la gente se cree que las embarazadas son brujas o algo y mejor tenerlas contentas por si un caso, no vaya a ser que les dé por echar mal de ojo a tu perro. ¿?

Pero ese no era el tema del que quería hablar; lo siento, me voy por los cerros de Úbeda. Cosas de preñadas.

Cuando acabas de saber que vas a tener un bebé, una pregunta que te hace mucha gente y que a mí me llegó a incomodar en cierta manera, es eso de “¿y tú qué quieres?” refiriéndose al sexo del bebé. Yo nunca he tenido predilección, si bien es cierto que siempre he tenido claro el nombre que le pondría si fuera una niña, nunca he tenido el deseo específico de uno u otro. Así que siempre contestaba que a mí me da igual. Entonces la gente te mira raro y te dicen “¿en serio? ¿no te apetece más una niña?”, porque hay quien debe pensar que los niños no son monos, o que una niña es mejor que un niño, o que es más fácil de criar, o que dan menos faena y como eres primeriza cuanta menos faena mejor, no vaya a ser que te dé un telele (porque te creen medio tonta). Y sí, a mí me da igual. Yo lo que quiero es ser madre, traer al mundo un bebé sano y sin complicaciones. También quiero que me toque la lotería, para qué engañarnos. Y un todoterreno, pero en cuestión de hijos que venga lo que tenga que venir. “¿Pero tú qué sensación tienes?”. Copón, no tengo sensación ni de estar preñada ¿y voy a intuir cuál es el sexo del embrión?
Se que hay gente que siente predilección por tener uno u otro, pero en mi caso la predilección la tengo por que todo salga bien y no me tengan que poner puntos, que mira que me queda, pero ya le estoy cogiendo pelusilla al parto.


También quiero patatas fritas. Y pastel de queso con mermelada de arándanos. Ah, y un batido de fresa.

martes, 4 de abril de 2017

El embarazo es la mejor época, decían

¡Ja! Pero, ¿quién dijo que sería fácil? La verdad es que lo pintan todo color de rosa, pero no todo son pajaritos y paseos en nube privada. Llega un día en que te levantas, te tomas tus pastillas (yo tomo Eutirox por un problema de tiroides) y cuando estás revisando tu correo electrónico tu tráquea levanta la barrera del peaje y deja salir sin previo aviso lo poco que llevas en el estómago. Tan sin aviso que la primera arcada fue a parar a la tapa del WC, porque no pude levantarla a tiempo. Por suerte, mi estómago estaba más vacío que la hucha de las pensiones, porque llevo desde el segundo mes de embarazo comiendo poco y sin cenar, porque lo que como a mediodía me sirve hasta la noche y tengo la sensación de que me he comido una familia entera de hipopótamos con guarnición. La primera vez que ocurre es bastante extraño, siempre me ha costado muchísimo vomitar y estoy acostumbrada a tener todo un proceso antes que me sirve para mentalizarme de que no hay otra salida, un proceso que suele durar una media de 20 minutos que empieza con dolor de estómago, de cabeza, mareo y sensación de garganta apretada, que ya es cuando digo va, vamos a ver al Sr. Roca. Luego notas como te sube por la garganta y lías un espectáculo de luz y color a lo fuentes de Montjuic. Pero en este caso lo único que notas es cómo te sube y, entre que reaccionas, te levantas corriendo, esquivas los gatos y entras en el baño como elefante en cacharrería, es que la lías, no hay otra. Y te queda una sensación de vacío y desamparo que no comprendes y a partir de ese día sabes que te espera un tiempecito más bien guay. Yo probé a desayunar un plátano, que leí que ayudan con las náuseas. Y me ayudó como 10 minutos, que fue lo que tardé en echarlo. Pruebas con agua. La echas. Pruebas con zumo. Lo echas. Y optas por no comer nada hasta mediodía y a ver si te aguanta. Y tuve suerte, porque con las comidas no tuve ningún problema. Y tuve suerte también porque la primera vez que me ocurrió fue en fin de semana y tuve esos dos días para probar si podía comer o no, porque trabajo en un autocar y después de devolver se me quedaba un cuerpo escombro que no me daba ni para caminar recta del mareo que me entraba, así que el lunes siguiente con no tomar absolutamente nada recién levantada pude sortear los mareos y hacer bien el trayecto. Pero el destino es un hijo de fruta y si tienes que potar, potas, sean las 6 y media de la mañana o las once. Y al mediodía el viajecito me sentó como cuando nos fuimos a Villarrobledo del tirón.

Afortunadamente (y toco madera para que continúe así) los vómitos han durado apenas un mes y medio y, aunque me mareo muchas veces (una vez incluso conduciendo, que me quedé loca), las vomitonas no han vuelto y vivo tranquila. Relativamente. Bueno, en realidad más que eso, porque me paso el día durmiendo. Y lo digo en plan literal, todo el día o casi todo. Siempre tengo sueño y la cabeza atolondrada y a quien se lo cuento me dice: “pues aprovecha y descansa, porque luego no podrás”. Yo no sabía que el sueño se podía acumular, rollo las petacas de batería para el teléfono, que la recargas y cuando el móvil te dice adiosito, lo enchufas y te va aunque no estés en casa. Milagros de la ciencia que no sabía que se aplicaran a la vida humana. Claro que cuando lo digo, la persona que me ha dicho lo de aprovechar y dormir, me mira raro y mantenemos una conversación telepática que es algo como:
Persona: no, el sueño no se acumula, ¿por qué preguntas algo tan obvio?
Yo: por la misma razón que tú me recomiendas algo tan obvio *carita sonriente.

Que os pensáis que alguien que se muere de sueño va a aguantar despierto porque sí, o porque no son horas de dormir, pero vais muy equivocados: siempre es hora de dormir en alguna parte del mundo.

domingo, 2 de abril de 2017

Huevo huero

Soy una histérica, lo reconozco.

A mediados de enero la hija de una buena amiga cumplió su primer añito y aquí, los titos postizos, nos fuimos a comprarle unos taburetes de IKEA para que la manitas de su mami le construyera una trona de aprendizaje (mi intención es probarla, así que supongo que más adelante hablaremos de ello, aunque falta mucho aún y es posible que no me acuerde, pero mi amiga está encantadísima de la vida). Lo recuerdo bien; era un viernes y cuando mi marido llegó de trabajar me recogió y nos fuimos a comer a un restaurante que hay al lado. Al subirme al coche noté olor a sudor y él se extrañó porque acababa de rociarse de colonia. También olía a ajo. No le dimos más importancia hasta que en el restaurante trajeron mi plataco de hamburguesa con champiñones y queso fundido, lo probé y no pude comer un solo bocado más. Era una hamburguesa de súper vaca con extracto concentrado de vaca y sabía como si tuviera todo el establo metido en el plato y olía igual de fuerte. ALERTA. Eso me lo comía yo como Augustus Gloop se come el chocolate Wonka. Entonces recordé que esa semana había tenido bastante dolor de barriga (como cuando te viene la regla) y que el campo de al lado de donde trabajo lo habían estado regando con cosas de campo y un día casi vomito del asco. La cuestión es que nunca me ha molestado en exceso el olor a granja, arrugo la nariz como cualquiera, pero nada más. Dijimos, luego compramos un predictor, por si. Hicimos las compras, pasamos por la farmacia y a casa.

En el envase dice, y se recomienda, que se use la primera orina de la mañana, ya que está más concentrada y es más fácil detectar la hormona del embarazo. Mi marido se fue a trabajar y yo me levanté a eso de las 10 de la mañana; cogí un vaso, fui al baño, mojé la tirita como quien moja la galleta del desayuno y lo dejé ahí encima de la repisita. Yo estaba convencida de que el test saldría negativo, de hecho aún no me tocaba la regla porque mis ciclos eran súper irregulares y oscilaban entre los 43 – 45 días, así que imaginaos mi sorpresa cuando aún no me había ni secado el culo cuando miré la repisa y vi que se estaba empezando a marcar una segunda línea. Me da vergüenza reconocerlo, pero me puse a gritar. Llamé a mi marido gritando, le pasé una foto a unas amigas, una me llamó y le contesté gritando; yo creo que me toca la lotería y grito menos. En una palabra: euforia. Faltaban como 2 meses para que hiciera 2 años que estábamos intentándolo y lo habíamos conseguido, no hace falta que diga nada más.
Pero esa noche la pasé fatal con calambres y pinchazos en el vientre. No cosquillitas, no; unos dolores intensos que duraban varios segundos. Tenía la sensación de que en cualquier momento me iba a venir la regla, así que al día siguiente nos plantamos en urgencias, en el hospital, porque yo no sabía si ese dolor era normal y de verdad que me preocupé muchísimo, pero se dieron bastante prisa y apenas tuve que esperar. Debía haber alguien pariendo, porque la sala de espera estaba llena de gente que no paraba de mirar el teléfono. 


Ecografía de 4 semanas (aprox). 

Me hicieron entrar sola, se interesaron por mí, me tranquilizaron y me hicieron una ecografía. La doctora me preguntó cuándo había sido mi última regla y si mis ciclos eran regulares mientras enseñaba algo a la enfermera que la estaba acompañando. Giró la pantalla del ecógrafo y me dijo “mira, ahí está el embrión; mide 4mm y para el tiempo que calculo que tiene es muy pequeño, además de que no hay actividad cardíaca. Pide una eco de control en dos semanas, puede ser que estés de menos, parece que está bien agarrado, pero consulta con tu comadrona.” ¿Y el dolor? Completamente normal, no es otra cosa que la matriz expandiéndose y es el mismo dolor de regla porque es el mismo órgano el que sufre y solo puede doler de una manera.





Ese mismo lunes pedí hora y me la dieron para el día siguiente. Cuál fue mi sorpresa cuando, al comentarle mi visita al hospital del día anterior y revisar la ecografía y el informe, la comadrona me dijo “mira, te lo voy a decir lo más claro que pueda; es duro, pero es mejor así: no sabemos qué hay ahí. Puede ser un embrión de menos semanas, o puede ser un huevo huero. Y un huevo huero no es nada. Tienes una eco en 14 días.”
Lo primero que hice al llegar a casa fue googlear el dichoso huevo. Busqué ecografías para ver cómo se veía para comparar con la mía, busqué información, cuánto tiempo lo puedes tener antes de expulsarlo, qué pasa si no lo expulsas, qué síntomas da... y lo peor es que es exactamente lo mismo que un embarazo normal, solo que sobre los 2 meses se desprende solo. Da los mismos síntomas, desde el positivo en el test hasta las náuseas. Me obsesioné, lo reconozco, más cuando leí que es muy común.

Comparativa de ecografías. A la izquierda, huevo huero de 7 semanas (extraída de un portal web de información). A la derecha, ampliación de la mía donde se aprecia el embrión. Se puede ver que existe diferencia, pero al no haber latido no podían asegurarnos que el embarazo fuese viable.

Esas dos semanas me parecieron dos meses y cuando llegamos a la consulta estaba tan nerviosa que me meaba encima. Me tomaron la tensión y estaba por las nubes, pero cuando le comenté el caso a la obstetra en seguida fue por faena, a la caza del latido por así decirlo. Me enchufó el ecógrafo y ahí estaba, una bolita de un centímetro y medio cuyo corazón empezó a retumbar en mis oídos. Que se joda Mozart, Beethoven y Shakira, el sonido perfecto está en ese corazón diminuto. Ni mil eunucos cantando filigranas podrían haberme hecho apartar la vista y mi atención de ese gráfico acompasado y a doble bombo, ¡qué marcha!

Ecografía de control. ¡El cambio que hizo en dos semanas es brutal!


Y la tensión volvió a su nivel normal. En un mes, ecografía del primer trimestre.

¡Yuhu!

sábado, 1 de abril de 2017

Deja que te dé un consejo

Estoy segura de que todos conocemos a alguien, una mujer concretamente,  que ha querido enrolarse en el barco de la maternidad.  O que simplemente se ha visto a bordo con el petate y el uniforme sin saber siquiera cómo ha llegado ahí, pero al contrario de lo que puede parecer o podemos pensar, quedarse embarazada no es una tarea fácil y muchas veces, muchas más de las que nos pensamos, esa mujer tiene que pasar por un largo proceso (bendita Seguridad Social) antes de ver un positivo en un predictor. Y creedme, no es fácil. No es fácil sonreír cuando llevas casi dos años persiguiéndolo y lo único que se le ocurre a la gente es decirte que lo mejor es intentar que llegue,  mientras guiñan un ojo y le dan con el codo a tu marido. Y tu tienes que reír el chiste, porque claro, se folla mucho. ¿Y qué hay mejor en el mundo que no sea follar? Pero la realidad tras la fachada es desesperanzadora, más que nada porque llega un momento en que cada regla es una decepción, una puñalada y una misma pregunta: ¿serviré? Porque te sientes inútil, inservible y asquerosa. Y no estoy diciendo que una mujer incapaz de procrear o que no tenga ese instinto lo sea, ojo, pero llega un punto en el que solo piensas en que qué cojones pintas si no eres capaz ni de quedarte preñada, cuando el mundo está lleno de embarazos de rebote. Y te deprimes, ves la felicidad en los demás, pasan los meses y a ti te sigue bajando la regla. Y ahora decidme si os parece gracioso el “pues nada, a seguir intentándolo jeje” *guiño *guiño *codazo *codazo.
Lo mejor de todo es cuando, en un intento de tranquilizarte y hacerte un bien, te dicen eso de “relájate, deja de preocuparte y no pienses en ello”. ¿En serio? Vamos a ver, ¿ni siquiera sé si yo misma estoy bien y no tengo que preocuparme? Porque eso sí, en la Seguridad Social te hacen lo necesario, pero desde que explicas tu problema hasta que te dan un diagnóstico a mí me pasaron 8 meses, para concluir que la causa de la infertilidad era desconocida. Yo me quedé con cara de gilipollas, así os lo cuento. Nosotros con la cara a cuadros y la ginecóloga mandándome a Vall d’Hebron a reproducción asistida con la frase más tranquilizadora que había oído hasta la fecha: “calma porque tenéis para años”. AÑOS. ¡Pues nada, a seguir intentándolo! *guiño *codazo y vamos a bajar por la ventana que el ascensor tarda en llegar. Esa noche lloré y me resigné a tener el primer hijo con 40. Al día siguiente me compré una copa menstrual. Y dejé de pensar en ello. La siguiente regla ya no fue una decepción, sino un reencuentro con una vieja amiga con la que te vas de “copichuelas”. Ha sido un chiste muy malo, horroroso, lo reconozco.

A donde quiero ir a parar ahora es a la razón que tiene la gente en general cuando te aconsejan que te relajes, sobretodo cuando es gente que ha pasado por lo mismo o puede entenderte (o por lo menos que ha planificado su embarazo). Pero por favor, ahorraos el “te lo dije”, porque si habéis pasado por lo mismo sabréis que es duro, y que es imposible no pensar en bebés todo el tiempo. Pero es cierto, no pensar en ello funciona. De hecho solo vi mi regla una vez después de que nos dijeran que teníamos para rato y, a veces, pienso que si antes nos hubieran dicho que no pasaba nada (aparentemente) con nosotros, antes habríamos tenido el positivo. Parece una chorrada, pero para estas cosas los nervios influyen mucho (todos conocemos miles de casos), pero a ver quién es el que los tiene de acero cuando ves que la cosa no cuaja.

Dejadme que os dé un consejo: cuando esa amiga, hermana, conocida os responda tímidamente que no, en vez de caer en tópicos mejor le dais un abrazo, o la cogéis del hombro y le preguntáis “¿y tú, te encuentras bien?”. Que lo mismo se echa a llorar, pero tener en cuenta los sentimientos de esa persona es un punto, lo mismo que no estar preguntando cada mes, que cuando esté embarazada os lo dirá; no hace falta ir haciendo el recordatorio, que bastante tiene.


Me he dejado el punto de “estás gorda”, pero eso ya para otra ocasión si un caso, porque al parecer todos los problemas del mundo vienen porque estás gorda.

viernes, 31 de marzo de 2017

De regla a regla y tiro porque me toca

¿Qué ocurre cuando no te quedas embarazada y vas al médico a pedir auxilio? Bueno, antes que nada, como yo había estado tomando anticonceptivos varios años, en cuanto dejé de tomarlos lo comuniqué a mi médico de cabecera. Además de parecerle muy bien, me comentó que podían pasar dos cosas:
   1:  Tus ovarios están perezosos y puede que pase hasta un año hasta que se “despierten” del todo y te quedes embarazada.
   2:   Tus ovarios de repente ven la luz y se ponen a trabajar como si se hubieran metido un Red Bull. Es muy posible un embarazo múltiple.

¡De coña! Lo más común es que tardes unos meses (hasta un año) en concebir, hasta ahí todo bien. Pero, ¿y si pasa año y medio y aún no ha pasado nada? Lo primero que haces es ir otra vez al médico de cabecera, le cuentas tu historia y al finalizar te dice que te manda a la ginecóloga. Todo parece normal, hasta que pides hora en el mostrador y te dan para dentro de 2 meses (what?) y, cuando por fin llega el día y vuelves a soltar el rollo, te ganas una ecografía y un seminograma a compartir con tu pareja. Pides hora y “hasta dentro de 4 meses no te la podemos hacer, pero ya te doy visita para el resultado, que seráaaaa... dentro de 6 meses”. Recapitulando; desde que yo pedí visita con mi médico hasta que me dieron los resultados de las pruebas pasaron 8 meses. Seguro que os habéis puesto nerviosos, yo estaba bastante agobiada. Pero he de decir que me siento bastante afortunada, porque la ginecóloga en ningún momento achacó mi problema al peso (tengo constancia de que eso pasa muy a menudo) y que solo en una ocasión un médico hizo referencia argumentando que “podía ser por”, pero no era ginecólogo, ni obstetra, sino de cabecera.
Lo que pasa en estos meses en los que no sabes si todo está correctamente dentro de ti o no, es que te desanimas, te cansas y te deprimes. Bueno, no sé si le pasa a todo el mundo, yo sé que me desanimé, me cansé y me deprimí, pero eso no significa que debas quedarte con esos sentimientos dentro. Hablar con alguien de confianza puede ser la clave para ver que preocuparse de antemano no sirve de nada. 
La ecografía reveló que tengo quistes en un ovario.
Informe de la ecografía, solicitud de derivación e imágenes de la eco.

El siguiente paso es la derivación al departamento de reproducción asistida (en mi caso Vall d’Hebron), donde desde que solicitan la primera visita hasta que te llega el aviso pueden pasar perfectamente otros 2 o 3 meses, pero no te dan hora hasta dentro de UN AÑO. No sabéis cómo disfruté mandándoles un mail diciendo que me anularan la visita porque no hacía falta ya. Ya tenía razón la ginecóloga cuando nos dijo “hay para años”, la lista de espera es enorme.


Qué bien se han cargado nuestro sistema sanitario, si es que cuando le ponen ganas los hay que trabajan de puta madre. Deberían darles una propina o algo.

jueves, 30 de marzo de 2017

¿Cuándo decides que estás listo?


Como indico más arriba, soy una mujer de 30 años (cumplo los 31 en Diciembre) y siempre he tenido el instinto maternal a flor de piel. Mis padres me tuvieron cuando eran bastante jóvenes y siempre pensé que eso les había venido bien, ya que tanto yo como mi hermano gozamos de una infancia muy activa, puesto que nuestros padres tenían suficiente energía como para aguantarnos y guiarnos por el buen camino sin consentirnos, de modo que mi deseo de tener hijos siempre lo había asociado a los 20 y pocos y me harté de decir que mi primer hijo lo iba a tener antes de cumplir los 25. Qué os voy a contar, ¿no?, estas cosas no se planean. Entre unas cosas y otras, yo con 23 estaba soltera y sin hijos, por supuesto, porque vale que lo tenía muy claro, pero otra cosa que tenía más clara aún es que lo de ser madre soltera tampoco era lo mío. Yo gozaba mi juventud cuando sin venir a cuento conocí al que es ahora mi marido (bueno, pareja de hecho, porque yo no me caso si no la puedo liar parda, eso también lo he tenido claro siempre) y con el que llevo desde entonces y será el padre de mis hijos.
Desde el minuto uno hemos sido una pareja compenetrada, nos lo hemos tomado con mucha calma, tanto que, de hecho, empezamos en plan “a ver qué pasa” y aquí seguimos, viendo qué pasa. Lo que ha pasado es que hemos tenido claro que íbamos a tener hijos desde el principio, pero siempre nos ha echado para atrás Don Dinero. Mi trabajo no ha sido estable estos últimos años y si lo piensas mucho te da la bajona, porque piensas que tú estás preparado para evolucionar como persona, subir un peldaño en la escalera de la vida, porque quieres y porque te ves capaz. Pero si tienes los pies en la tierra piensas: ¿y cómo nos mantenemos?. Puto dinero. Puto trabajo de mierda. Puta crisis. Puta vida. Y lo dejas estar hasta que vengan “tiempos mejores”; y lo entrecomillo porque a los “tiempos mejores” más te vale esperarlos sentado porque vienen en un Cercanías de Renfe.
Así que, o le echas temperamento, o si es por dinero en tu vida vas a procrear. Es una lástima pero es así; la población está envejeciendo y no es porque la gente no quiera tener hijos, es que para traer a un niño a un mundo de miseria, pues no te vale la pena. Pero siempre encuentras la fórmula, siempre.
Nosotros por ejemplo tuvimos la suerte de tener un dinero con el que no contábamos, que sirvió más que nada para pagar deudas y poco más. Bueno poco, nos sirvió para decir: ahora sí, ¡dejo las pastillas! Y aquí empezó este periplo, que poco pensábamos que iba a costar tanto.

¡Pero por algún sitio hay que empezar!