domingo, 9 de abril de 2017

12 semanas después


La principal razón por la que una preñada está deseando llegar a las 12 semanas es dejar de sentirse como el culo. La gente te pregunta cómo lo llevas  y si estás teniendo un embarazo complicado tu respuesta será que te pasas las mañanas vomitando, tienes un sueño extremo y tu cara es un volcán en constante erupción. Entonces alegremente todos te dicen que eso es cosa del primer trimestre, que en cuanto lo pasas se te quita todo. ENGAÑAOS. Es obvio que te motiva muchísimo ver cómo está evolucionando tu pequeño engendro y ansías que llegue el día de la ecografía con las mismas ansias que un niño frente a un escaparate de chocolates. Sabes que está ahí y que ya mismo llega.
Se supone que va a ser un momento lacrimógeno porque vas a escuchar su latido por primera vez, el papá resistirá las lágrimas tras una careta de macho ibérico pero el momento moñas sabes que está asegurado. Excepto si eso lo has vivido hace un mes, entonces sabes que está ahí, por lógica tiene que estar bien, pero el momento moñas se convierte en el momento histeria colectiva porque lo único que quieres es que conecten el sonido cuanto antes. Hacía un mes exacto que habíamos escuchado su corazón y solo queríamos volver a escucharlo. Es adictivo, necesitas oírlo para saber que está bien porque todavía falta para que lo notes moverse, y creedme que tener algo dentro y no poder asegurarte cada día de que continúa vivo es agobiante.
Apenas me había metido el ecógrafo por el potorro (puedo decir potorro?) ya vimos que movía un brazo. Espera, ¿un brazo? ¡Tiene brazos! ¡Y nariz! ¿Eso son las piernas? ¡Dioses! Tiene el tamaño de un ratón y ya nos está diciendo que besemos su brillante trasero, está de espaldas todo el rato. La obstetra empezó a hacer mediciones, la sangre que riega el útero, el flujo que llega a la placenta, el ritmo, el corazón y todo eso mientras la pantalla se iluminaba de rojo y azul siguiendo el flujo sanguíneo. Hubo un momento en que vimos su corazón latir. Comprobó que tenía todos los órganos que debe tener en esta fase, y una vez terminó empecé a notar que le daban calambres en el brazo y me achuchaba con el ecógrafo. Yo no sabía qué hacer en ese momento, la verdad es que era bastante molesto (todas hemos tenido un amante torpe en algún momento) hasta que resopló y me dice que va a probar a hacerme la eco por el abdomen porque se ha sobado. Ahí empezó un tira y afloja entre el feto y la doctora, que quería ponerlo de perfil para sacarle una buena foto y para eso tenía que despertarlo. “A ver si le llamamos la atención”. Jo-der si se la llamó, empezó a moverse arriba y abajo del útero, empujando con las piernecitas y llevándose las manos a la cara como queriendo decir “hija de mi vida déjame en paz” y se puso para la foto. Bueno, no del todo, porque se quedó boca abajo, pero fue lo máximo que conseguimos y oye, bien está. Por lo menos su primera “foto” no es de su culo.
¡12 semanas de engendrito! No se muy bien por qué, pero en el informe pone 12 y en la eco 12+5. Da igual, ¿no es cuki?

Ver eso ahí moviéndose con tal destreza es impresionante, y que tenga tan poco tiempo y esté tan formado, es más increíble aún. Se aprecia su nariz, su boquita, el mentón y un atisbo de genitales: parece una niña.

A las 16 semanas me hicieron otra eco, porque al parecer por el problema del tiroides estoy en el saco de embarazos de riesgo. ¿Y qué comporta eso? Nada del otro mundo: más analíticas que de costumbre y una eco con la que no contaba y que nos dio otra oportunidad para saber qué nombre le ponemos. Pero nada, que no hay manera. Ésta vez la ecografía ha sido abdominal como las de toda la vida, que la verdad es que es bastante más molesto porque aprietan la barriga y luego se me queda un dolorcillo durante un rato, pero bien. Teníamos la criba del Síndrome de Down, que salió bien, y la última analítica para ver si me sube la tirotropina. Esto último solo lo van a pillar los nacidos en los 80.
La cuestión es que me tumbé toda emocionada pensando que ya sabríamos seguro qué vamos a tener, pero entre que el feto estaba de siesta (que en coña la doctora me preguntó si la había dado de comer, y en verdad me había apretado un bocata de bar de viejo buenísimo una hora antes, así que no me extraña que estuviese de siestorro) y que no hubo manera de que descruzara las piernas, nada, que no sabemos al 100% qué va a ser. La mujer nos dijo que por el corte lateral parece una niña, pero que si no ve el tema de frente... pues que no se moja. Y oye, que esa actitud me gusta. Ahí, cruzadita de piernas está muy bien. Que le dure.

Ay qué piernecitas más monas, con sus piececitos y sus deditos. ¡Es que me l@ como!

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