“Y al cuarto mes y una semana la vida dijo: hadouuuuuuuken”
Eran las 8 de la mañana. Mi señor decidió que ya había
dormido suficiente y me dejó toda la cama para mi, que me gusta más remolonear
que a un tonto un lápiz (nunca he entendido eso, la verdad, no veo relación
entre ser tonto y un gusto desmesurado por los lápices) de manera que me di la
vuelta y quedé panza arriba. El momento era idílico: los pajaritos cantando en
el exterior, el tacto de las sábanas fresquitas en mis pies, el gato
ronroneando en mi costado y de repente algo empujó mi barriga de dentro a
fuera. Medio ensoñiscada pensé “aaaaww una patadiiita”. ESPERA, ¡una patada! ¡y
otra! Ahora sé cómo debió sentirse el señor ese de alien cuando esa larva
empezó a abrirse paso hasta abrirle en canal, esto es lo mismo pero a menor
escala, quitando lo del alien y la barriga abierta. Llamé a mi pareja y
mantuvimos una conversación de lo más coherente:
Yo: ¡lo he notado!
Él: ooooooooooooooooooooh
Yo: ¡se ha movido y lo he notado!
Él: aaawwwww
Yo: aaaaaawwwwwww
Él: oooooooooooooooooooow
Y bueno, etc., etc.
Admito que la primera vez es muy raro, hasta aquel momento
sólo había notado en algunas ocasiones como un burbujeo o una corriente de aire
que normalmente se confunden con gases, hasta que ves que no hay gases y dices
vaya, pues ha debido ser el fetillo. Pero esto es diferente: es un enano
empujando con fuerza tu útero. Debo sentirme y me siento afortunada, porque no
esperaba notarlo tan pronto.
Santa semana :D
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