domingo, 16 de abril de 2017

El octavo pasajero

“Y al cuarto mes y una semana la vida dijo: hadouuuuuuuken”

Eran las 8 de la mañana. Mi señor decidió que ya había dormido suficiente y me dejó toda la cama para mi, que me gusta más remolonear que a un tonto un lápiz (nunca he entendido eso, la verdad, no veo relación entre ser tonto y un gusto desmesurado por los lápices) de manera que me di la vuelta y quedé panza arriba. El momento era idílico: los pajaritos cantando en el exterior, el tacto de las sábanas fresquitas en mis pies, el gato ronroneando en mi costado y de repente algo empujó mi barriga de dentro a fuera. Medio ensoñiscada pensé “aaaaww una patadiiita”. ESPERA, ¡una patada! ¡y otra! Ahora sé cómo debió sentirse el señor ese de alien cuando esa larva empezó a abrirse paso hasta abrirle en canal, esto es lo mismo pero a menor escala, quitando lo del alien y la barriga abierta. Llamé a mi pareja y mantuvimos una conversación de lo más coherente:
Yo: ¡lo he notado!
Él: ooooooooooooooooooooh
Yo: ¡se ha movido y lo he notado!
Él: aaawwwww
Yo: aaaaaawwwwwww
Él: oooooooooooooooooooow
Y bueno, etc., etc.

Admito que la primera vez es muy raro, hasta aquel momento sólo había notado en algunas ocasiones como un burbujeo o una corriente de aire que normalmente se confunden con gases, hasta que ves que no hay gases y dices vaya, pues ha debido ser el fetillo. Pero esto es diferente: es un enano empujando con fuerza tu útero. Debo sentirme y me siento afortunada, porque no esperaba notarlo tan pronto.


Santa semana :D

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