domingo, 30 de abril de 2017

Humor amarillo

Esta semana me puse a escribir, pero finalmente he decidido cambiar el texto (dos veces) porque estoy segura que hubiese ofendido a más de uno. Los cambios de humor pueden ser bastante frecuentes durante el embarazo y la verdad es que esta semana he estado un pelín más rebotada de lo normal. Quería hablar de aquellos que te dicen lo que no puedes hacer como si fueras estúpida y no tuvieras sentido común, pero me cuesta encontrar una manera que no sea agresiva, porque lo primero que me viene a la cabeza es “oye, que no estoy inválida ni soy gilipollas” y no es la forma más adecuada, lo reconozco. Aunque es lo que pienso realmente. Ninguna embarazada necesita que le digan qué puede o no hacer pues, aunque parezca mentira, nosotras mismas vamos sabiendo dónde tenemos el límite cada vez. Por ejemplo, el mes pasado podía tender la ropa en el tendedero que cuelga fuera de la terraza y ahora ya no puedo. Ya no lo hago, no porque me lo haya dicho una vidente, sino porque tengo que hacer fuerza con los riñones y no me dan. Lo he descubierto yo sola, ¿qué te parece?

Conforme van pasando las semanas puedo hacer menos cosas o me cuesta más hacerlas, es normal, pero a veces me invade un sentimiento de impotencia cuando quiero hacer algo y mi cuerpo se queja. Ni qué decir de recoger cosas del suelo, que empieza a ser un problema ponerle el pienso a los gatos (estoy acomodando la secadora para ponerles los platos ahí encima y todo) porque ¿qué me queda de poder agacharme? ¿dos meses? ¿tres? Por eso mientras pueda lo haré, lo mismo que fregar, pasar el aspirador o hacer lavadoras o puenting si me da la gana. Me revientan los consejos estúpidos, no sé si es que se me ve con ánimo o qué, pero llevo ya unos cuantos y me siento bastante descolocada porque con lo que nos ha costado quedarnos embarazados ¿de verdad alguien puede pensar que voy a hacer estupideces que pongan a lo que sea que llevo en la barriga en riesgo? ¿Tengo tanta cara de insensata?

“Vé con cuidado, descansa, acostúmbrate a que te hagan las cosas...” cuando dices que necesitas pegarle un repaso serio a la casa. Sólo quiero barrer, no cambiar los muebles de sitio.

“¿Trabajas en un autobús y de canguro? ¡ Agárrate y que no te salten encima eh!” cuando me preguntan si trabajo y si voy a seguir. Terminaré el curso y cuando pasen 4 meses después del parto volveré a llevar la ruta; con los niños estaré hasta que pueda, ellos saben que hay un “bebé” en mi barriga y que no puedo jugar como antes, pero jugamos.

“¿Y los gatos?” cuando comento que he de congelar la carne curada (jamón serrano, fuet, longaniza...) porque no he pasado la toxoplasmosis. Los gatos están bien, sé que no están enfermos porque de ser así ya tendría anticuerpos. Por supuesto que no les cambio el arenero por si un caso, pero ¿sabéis una cosa? hay todo un mito creado alrededor de los gatos como fuente de toxoplasmosis que se ha desvirtuado completamente. Mi comadrona me dijo que ni me acercara a ellos, que no los tocara, que no les dejara estar a mi lado porque podían contagiarme y lo cierto es que, de estar enfermos, para contagiarme yo tendría que tocar sus heces y chuparme los dedos unas doscientas veces. Para vuestra tranquilidad, no se me ha antojado todavía un polo de caca de gato. Ellos saben que me pasa algo, duermen cada uno a un lado si estoy sola, me siguen por la casa a donde vaya (cuando estoy sola, si está Dani asumen que él es quien me vigila) y responden enseguida cuando les hablo. Son un amor de animales y estoy segura que cuidarán al bebé cuando haya nacido como lo hacen con nosotros. Pese a todo, he de reconocer que al principio me lo tomé un poco a la tremenda, compré desinfectante para manos para limpiarme después de toquetearlos, pero se me pasó en cuanto supe que todo estaba bien (no sé si recordaréis que pasé dos semanas de infierno al no tener asegurado que el embarazo fuera viable y me obsesioné y desquicié con todo).

Las hormonas puede que me hayan vuelto más sensible, irascible e impredecible, pero no me han vuelto imbécil. Ni a mí ni a nadie que yo sepa.

Es de agradecer que te aconsejen, lo digo muy en serio, pero un embarazo no deja de ser una experiencia personal y privada, además de que si en una misma mujer de un embarazo a otro puede haber diferencias abismales, ¡cómo serán entre dos cuerpos diferentes! Lo que me ha funcionado a mí es muy posible que a otra no le funcione y viceversa, por lo que el día que yo vuelva a estar del otro lado podéis estar tranquilas, que no os aconsejaré en nada y sólo os diré lo mejor que me han dicho hasta ahora (y en muchas ocasiones):


“No le hagas caso a nadie. Nadie mejor que tú sabe qué es lo que ha de hacer.”

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