martes, 4 de abril de 2017

El embarazo es la mejor época, decían

¡Ja! Pero, ¿quién dijo que sería fácil? La verdad es que lo pintan todo color de rosa, pero no todo son pajaritos y paseos en nube privada. Llega un día en que te levantas, te tomas tus pastillas (yo tomo Eutirox por un problema de tiroides) y cuando estás revisando tu correo electrónico tu tráquea levanta la barrera del peaje y deja salir sin previo aviso lo poco que llevas en el estómago. Tan sin aviso que la primera arcada fue a parar a la tapa del WC, porque no pude levantarla a tiempo. Por suerte, mi estómago estaba más vacío que la hucha de las pensiones, porque llevo desde el segundo mes de embarazo comiendo poco y sin cenar, porque lo que como a mediodía me sirve hasta la noche y tengo la sensación de que me he comido una familia entera de hipopótamos con guarnición. La primera vez que ocurre es bastante extraño, siempre me ha costado muchísimo vomitar y estoy acostumbrada a tener todo un proceso antes que me sirve para mentalizarme de que no hay otra salida, un proceso que suele durar una media de 20 minutos que empieza con dolor de estómago, de cabeza, mareo y sensación de garganta apretada, que ya es cuando digo va, vamos a ver al Sr. Roca. Luego notas como te sube por la garganta y lías un espectáculo de luz y color a lo fuentes de Montjuic. Pero en este caso lo único que notas es cómo te sube y, entre que reaccionas, te levantas corriendo, esquivas los gatos y entras en el baño como elefante en cacharrería, es que la lías, no hay otra. Y te queda una sensación de vacío y desamparo que no comprendes y a partir de ese día sabes que te espera un tiempecito más bien guay. Yo probé a desayunar un plátano, que leí que ayudan con las náuseas. Y me ayudó como 10 minutos, que fue lo que tardé en echarlo. Pruebas con agua. La echas. Pruebas con zumo. Lo echas. Y optas por no comer nada hasta mediodía y a ver si te aguanta. Y tuve suerte, porque con las comidas no tuve ningún problema. Y tuve suerte también porque la primera vez que me ocurrió fue en fin de semana y tuve esos dos días para probar si podía comer o no, porque trabajo en un autocar y después de devolver se me quedaba un cuerpo escombro que no me daba ni para caminar recta del mareo que me entraba, así que el lunes siguiente con no tomar absolutamente nada recién levantada pude sortear los mareos y hacer bien el trayecto. Pero el destino es un hijo de fruta y si tienes que potar, potas, sean las 6 y media de la mañana o las once. Y al mediodía el viajecito me sentó como cuando nos fuimos a Villarrobledo del tirón.

Afortunadamente (y toco madera para que continúe así) los vómitos han durado apenas un mes y medio y, aunque me mareo muchas veces (una vez incluso conduciendo, que me quedé loca), las vomitonas no han vuelto y vivo tranquila. Relativamente. Bueno, en realidad más que eso, porque me paso el día durmiendo. Y lo digo en plan literal, todo el día o casi todo. Siempre tengo sueño y la cabeza atolondrada y a quien se lo cuento me dice: “pues aprovecha y descansa, porque luego no podrás”. Yo no sabía que el sueño se podía acumular, rollo las petacas de batería para el teléfono, que la recargas y cuando el móvil te dice adiosito, lo enchufas y te va aunque no estés en casa. Milagros de la ciencia que no sabía que se aplicaran a la vida humana. Claro que cuando lo digo, la persona que me ha dicho lo de aprovechar y dormir, me mira raro y mantenemos una conversación telepática que es algo como:
Persona: no, el sueño no se acumula, ¿por qué preguntas algo tan obvio?
Yo: por la misma razón que tú me recomiendas algo tan obvio *carita sonriente.

Que os pensáis que alguien que se muere de sueño va a aguantar despierto porque sí, o porque no son horas de dormir, pero vais muy equivocados: siempre es hora de dormir en alguna parte del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recuerda usar un lenguaje adecuado en tus comentarios. Gracias por participar!