Normalmente hacia el tercer trimestre toca hacer la prueba
del azúcar. Para ello hacen el test de O’Sullivan, que consiste en beberte 50
gramos de glucosa pura y dura y que puede hacerse a cualquier hora del día, sin
estar en ayunas, ya que determina si tu organismo se deshace correctamente de
ella. Si sale mal (el valor es igual o superior a 140) se considera que tienes
riesgo de padecer diabetes gestacional y pasan a hacerte un test de tolerancia a la glucosa,
más conocido como “la prueba de la curva” y éste tiene más telita. Debido al
sobrepeso he hecho esas dos pruebas en el primer trimestre y digo las dos
porque el O’Sullivan me salió mal y tuve que prepararme para la curva. Sí, la
prueba de la curva se prepara tres días antes con una dieta hipercalórica
específica que te deja asqueada para rato: arroz, patatas fritas, legumbres,
pan, leche con azúcar y más pan. Puede parecer el cielo abierto pero para mi
fue un suplicio de campeonato porque me pilló en medio de las náuseas y la
desgana. Ésta prueba la hacen un solo día a la semana y la primera hora es
exclusiva para embarazadas, así que cuando llegué allí me encontré con un
rebaño de preñadas y todas íbamos a lo mismo. Fue una putada mayúscula porque
era un jueves en el centro de Granollers. Los jueves hay mercadillo, que se
traduce en 0 aparcamiento y mucha, mucha gente; así que el coche directo al parking
y a cruzar los dedos.
Nada más llegar esperas tu turno hasta que te llaman (por tu
nombre en mi caso) y te colocan una vía que llevarás enganchada al brazo las
próximas 3 horas y de paso aprovechan para sacar la primera muestra de sangre
(que dará tu nivel de glucosa en ayunas) y te dan otro frasquito de rica y
reconfortante glucosa amarilla sabor “naranja” y te sientan en una silla a que
te la tomes tranquilamente. No se ha notado la ironía puesta en “rica y
reconfortante”. Es tan buena que tuvieron que entrar a una mujer a otra sala
porque mandó la glucosa a tomar por saco tal y como se la bebió. Es gracioso
porque los médicos están por ahí pululando, sacando sangre y dándote ánimos en
plan “vaa que ya te queda pocooo” o “qué afortunadas, con lo bueno que está eso,
qué buen desayuno”. Ojo, no está malo, es bastante líquido y bien frío entra
bien, aunque la nevera del ambulatorio no estaba demasiado baja que digamos,
pero me lo tomé y no eché la pota. Soy una campeona.
Y aquí viene lo más divertido de todo: esperar. Esperas una
hora y te hacen otra analítica. Y otra, y otra, cuatro tubos te sacan en total.
Y entre análisis y análisis no puedes moverte de la sala de espera porque no
puedes ayudar a tu cuerpo a quemar calorías. Creo que algunas hacían trampa,
porque se iban al piso de arriba y bajaban andando y solo nos dejaban movernos
para ir al baño y con peros, porque si el de la planta estaba ocupado nos
teníamos que ir al de arriba en ascensor.
Yo por suerte me llevé un libro que tengo a medias desde este
verano, que aprovecho y os lo recomiendo: Sinhué el egipcio, buenísimo, lo que
hizo que más o menos la cosa fuera menos tediosa. La primera hora bien, la
segunda ya tal pero es que la tercera fue matadora porque además del
aburrimiento llevaba en ayunas desde las 6:30 que me levanto y mi cuerpo no
podía más, lo que se tradujo en un “ganas de potar aumentando” y ya me veis a
mi arremangada con el tubo enganchado al brazo abanicándome con un punto de
libro que por suerte era grandecito. Una que estaba sentada al lado no pudo más
y se fue a vomitar. Y yo solo pensaba “por favor, no devuelvas que sino te toca
volver a comer como una cerda la semana que viene” porque claro, si vomitas en
cualquier punto del proceso el plan se anula y te dan cita para dentro de 7
días y yo me negaba a tener que repetir.
Cuando pasó la tercera hora (eran las 12 del mediodía y yo me
había plantado allí a las 8:30) yo ya no sabía donde sentarme para que me
quitaran eso. Como si me dejaban sin sangre en el cuerpo, ¡que me lo quites!
Y sales y en lo único que piensas es en desayunar y almorzar
a la vez, hasta que llegas al parking y ves que te han clavado 10 pavazos.
Entonces ya solo piensas en matar.
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