martes, 11 de abril de 2017

La niña de la curva

Normalmente hacia el tercer trimestre toca hacer la prueba del azúcar. Para ello hacen el test de O’Sullivan, que consiste en beberte 50 gramos de glucosa pura y dura y que puede hacerse a cualquier hora del día, sin estar en ayunas, ya que determina si tu organismo se deshace correctamente de ella. Si sale mal (el valor es igual o superior a 140) se considera que tienes riesgo de padecer diabetes gestacional y pasan a  hacerte un test de tolerancia a la glucosa, más conocido como “la prueba de la curva” y éste tiene más telita. Debido al sobrepeso he hecho esas dos pruebas en el primer trimestre y digo las dos porque el O’Sullivan me salió mal y tuve que prepararme para la curva. Sí, la prueba de la curva se prepara tres días antes con una dieta hipercalórica específica que te deja asqueada para rato: arroz, patatas fritas, legumbres, pan, leche con azúcar y más pan. Puede parecer el cielo abierto pero para mi fue un suplicio de campeonato porque me pilló en medio de las náuseas y la desgana. Ésta prueba la hacen un solo día a la semana y la primera hora es exclusiva para embarazadas, así que cuando llegué allí me encontré con un rebaño de preñadas y todas íbamos a lo mismo. Fue una putada mayúscula porque era un jueves en el centro de Granollers. Los jueves hay mercadillo, que se traduce en 0 aparcamiento y mucha, mucha gente; así que el coche directo al parking y a cruzar los dedos.

Nada más llegar esperas tu turno hasta que te llaman (por tu nombre en mi caso) y te colocan una vía que llevarás enganchada al brazo las próximas 3 horas y de paso aprovechan para sacar la primera muestra de sangre (que dará tu nivel de glucosa en ayunas) y te dan otro frasquito de rica y reconfortante glucosa amarilla sabor “naranja” y te sientan en una silla a que te la tomes tranquilamente. No se ha notado la ironía puesta en “rica y reconfortante”. Es tan buena que tuvieron que entrar a una mujer a otra sala porque mandó la glucosa a tomar por saco tal y como se la bebió. Es gracioso porque los médicos están por ahí pululando, sacando sangre y dándote ánimos en plan “vaa que ya te queda pocooo” o “qué afortunadas, con lo bueno que está eso, qué buen desayuno”. Ojo, no está malo, es bastante líquido y bien frío entra bien, aunque la nevera del ambulatorio no estaba demasiado baja que digamos, pero me lo tomé y no eché la pota. Soy una campeona.
Y aquí viene lo más divertido de todo: esperar. Esperas una hora y te hacen otra analítica. Y otra, y otra, cuatro tubos te sacan en total. Y entre análisis y análisis no puedes moverte de la sala de espera porque no puedes ayudar a tu cuerpo a quemar calorías. Creo que algunas hacían trampa, porque se iban al piso de arriba y bajaban andando y solo nos dejaban movernos para ir al baño y con peros, porque si el de la planta estaba ocupado nos teníamos que ir al de arriba en ascensor.
Yo por suerte me llevé un libro que tengo a medias desde este verano, que aprovecho y os lo recomiendo: Sinhué el egipcio, buenísimo, lo que hizo que más o menos la cosa fuera menos tediosa. La primera hora bien, la segunda ya tal pero es que la tercera fue matadora porque además del aburrimiento llevaba en ayunas desde las 6:30 que me levanto y mi cuerpo no podía más, lo que se tradujo en un “ganas de potar aumentando” y ya me veis a mi arremangada con el tubo enganchado al brazo abanicándome con un punto de libro que por suerte era grandecito. Una que estaba sentada al lado no pudo más y se fue a vomitar. Y yo solo pensaba “por favor, no devuelvas que sino te toca volver a comer como una cerda la semana que viene” porque claro, si vomitas en cualquier punto del proceso el plan se anula y te dan cita para dentro de 7 días y yo me negaba a tener que repetir.
Cuando pasó la tercera hora (eran las 12 del mediodía y yo me había plantado allí a las 8:30) yo ya no sabía donde sentarme para que me quitaran eso. Como si me dejaban sin sangre en el cuerpo, ¡que me lo quites!


Y sales y en lo único que piensas es en desayunar y almorzar a la vez, hasta que llegas al parking y ves que te han clavado 10 pavazos. Entonces ya solo piensas en matar.

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